11.30.2014

After a while you learn...

You learn that it doesn’t matter in how many pieces your heart has been broken,
The world doesn’t stop for you to fix it.

11.19.2014

If you're going crazy just grab me and take me.

11.12.2014

El Martes

Yo sabía que este día iba a llegar.
Esta semana pensé que cuando terminara los parciales lo iba a sacar a pasear un día entero, porque lo extrañaba mucho desde que se fue de casa.
Unos años después de que llegara del kinder y vea aquella bola dorada en mi casa por primera vez, me sumergí en mis pensamientos más oscuros e imaginé este día. Es terrible que alguna vez lo haya imaginado pero así fue, varias veces.
A medida que pasaba el tiempo, mientras más crecía ese mastodonte rubio más crecía mi afecto hacia él. Se ocupó de tragar y masticar mis juguetes favoritos durante años y, aún así, para mi era un compañero de vida.
Con sólo mirarlo a los ojos podías darte cuenta de que era un ser de otro mundo, que a pesar de que era cabeza dura había cierta llama en su interior que traía calor a la familia. En sus ojos estaba la vida misma.
Entonces supe que cuando este día llegaría no podría con el dolor. Me hice una terrible pregunta, que ni siquiera hoy puedo contestar: ¿Para qué tenemos perros si cuando se van el dolor es insoportable? Y la formulé sin saber la dimensión de dicho sufrimiento.
Fue una doble sorpresa porque no sabía era que iba a morir a causa de su tendencia autodestructiva, que es devorar todo lo que tiene a su paso. Eso lo hizo durante toda su vida y nunca le trajo ningún problema.
La segunda sorpresa fue que este día llegó demasiado rápido. Pensé que me iba a poner viejo con mi perro y me iba a despedir de él como se despide a un viejo amigo que se va de viaje. Que iba a escribir una buena canción sobre nuestras aventuras, que iba a tener una foto con él dándole un buen abrazo y que el dolor no iba a ser lo suficientemente grande.
Pero estaba equivocado. Lo menos predecible sucedió, y ni siquiera me acuerdo de la última vez que lo vi. Desde que se fue de mi casa los tachos de basura rebalsan. Mis zapatillas están en mi cuarto. Las puertas están abiertas porque nadie entra a hacer desastres. Sólo hay silencio. Se fue el caos que tanto orden trajo a nuestras vidas.
Me acuerdo que una vez traté de contestar esa pregunta que me hice, diciendo que es más fuerte el cariño que les tenemos cuando viven que el dolor que nos dan cuando mueren. Hoy no se si eso es verdad.